lunes, 15 de marzo de 2010

¡Qué corra el atleta!

Esta tarde tuve que ir a hacer recados,
al volver a casa y pasar por el Bretón,
vi correr a un equipo femenino de voleybol,
¡Qué caderas! Iré a ver partidos en lo sucesivo.

Yo fumaba un Winston.

Mientras miraba las piernas de las jugadoras,
pasaron varios chavales en bici a mi lado
tendrían unos trece añitos, tan jóvenes ellos,
iban a toda ostia, casi atropellan a un paisano.

Yo seguía con mi Winston

Cuando crucé la carretera y dejé atrás el colegio
me pregunté si no sería bueno hacer algo de deporte.
Pero enseguida me acordé de San Javier Krahe
y sus palabras me dijeron: ¡Qué corra el atleta!

Tiré el Winston.

Cogí otro Winston y lo aliñé con hachís.



Aitor Cuervo Taboada

4 comentarios:

  1. Ou yeah! Hachís!
    Long Live San Javier Krahe. : )

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  2. jajajaja Me encanta tu blog!!! Te encontré por medio de Marinero en Marte. Ambos compartimos ideas y luchas. ^^ Te seguire leyendo.
    Salud.

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  3. cuánta bohemia junta..., me hacés recordar mis años de estudiante en la Universidad de Bellas Artes... abrazo, amigo!

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  4. Me encantan los dos blogs.Quiero aportarle unos versos para que opine sobre ellos.Si le gustan mi email es roberto.a02@hotmail.com.


    Recordarás
    el temblor de cielo y tierra
    y al recordarlo temblarás,
    como el mundo lo hacía
    con cada caricia,
    cada rozar de tu mano con la mía,
    cada vez que me regalaste tu sonrisa.
    Lo recordarás (y yo contigo)
    porque un día el sentir tu palpitar fue toda mi vida.

    Recordarás
    y siempre maldecirás
    el correr de los segundos, el trepidar de las horas
    sin compasión,
    el rodar de los minutos sin demora;
    mientras nuestras palabras,
    robando al atardecer el color rosa,
    huían a la grupa del viento.
    (Arrastrando su fragancia
    mortecina, tierna, deshilachada, nívea, vencida, celeste
    hermosa).

    Lo recordarás,
    sé que lo recordarás,
    un día, siempre,
    el color de cada lágrima
    que lloraste a mi lado;
    el triste sabor amargo, helado
    de un adiós en mis labios
    los tuyos…,
    los míos…

    Sé que recordarás (¿de verdad aún lo harás?)
    el fuego, aquel fuego, el fuego…
    que incendiaba alma y cuerpo, cielo y tierra, razón y corazón,
    cuando nuestras miradas coincidían un momento.
    …Aquel fuego…, el nuestro…,
    el del lucero.

    Sí. ¡Sí! Lo recordaremos, ¡lo recordaremos!
    y ese recuerdo nos mostrará nuestro naufragio
    como el de una estrella en el destierro,
    en el destierro y el abandono
    y,
    (¿por qué no?)
    en la más plena y absoluta belleza, en la más completa e incondicional libertad.
    Sí…,
    (¿por qué no?)
    en la felicidad.

    Espero que le guste.

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