sábado, 15 de octubre de 2011

Vagabundeando por Andalucía


Primera parte.

Hace ya tiempo me propusieron el ir dejando escritas algunas de mis vivencias, aventuras surrealistas y viajes a mochila, los miles de km que hice a dedo, las ciudades y las camas que conocí, que fueron bastantes. He ido relatando mis peripecias y las dulces letrinas de mi juventud, hablé de Astorga, de las calles Madrid, muchas veces de la noche, de Logroño, de ojos, de labios, de madrugadas, tantas dulces letrinas…

Hoy me toca hablar de mi viaje por tierras del Sur, de Al Andalus, de mi querida Andalucía. Solo estuve una vez allá y me enamoré de sus gentes, de su alegría, de sus campos y de sus olivares, de sus andaluces de relámpagos, nacidos entre guitarras y forjados en los yunques torrenciales de las lágrimas.

Como acostumbro y como la memoria de mi maltratado cerebro me permite, relataré esta historia ciñéndome a la más estricta de las veracidades, las cosas como fueron, dulces letrinas, a estas alturas me temo que tengo ya poco que esconder y mucho que contar.

Era Abril, era 2007, yo vivía plácidamente, me dedicaba a disfrutar de los placeres venidos de los valles del Riff. No podía quejarme, las cosas iban bien para lo que por bienestar yo entendía. El menudeo exigía el contacto con un nutrido número de gente por aquello de la compra y venta. Entre ese grupo de gente se encontraba una chica que no recuerdo bien como consiguió mi teléfono, se llamaba Erika, me llamaba un par de veces por semana, pronto más allá del negocio hicimos amistad y empezamos a vernos, compartíamos unos cuantos gustos, pero sobre todo los dos éramos amantes de la poesía, gracias a esta empezó una bonita relación. En una de esas veces en que nos vimos me comentó que iba a viajar al punto más meridional de Europa, a Tarifa, tampoco recuerdo bien como me propuso ir, pero llevaba tiempo queriendo ir al Sur y me animé enseguida. Ella viajaría con una amiga suya.

Estuve cuadrando fechas y calculando cuanto dinero sería necesario para la aventura (calculé mal, me quedé sin una perra a 600 km de casa, pero eso, lo cuento más adelante). Ellas salieron un par de días antes que yo, de buen grado hubiéramos viajado los tres juntos, pero a mi me era imposible, el juzgado de lo penal de Logroño requería mi presencia un día después de que ellas marcharán por una vieja historia que mira que dio por saco, en otro pasaje os la contaré, que tiene cola. Así que ellas marcharon un día y medio antes, yo salí del juzgado, preparé mi mochila (mi amada mochila que siempre suele acompañarme) y esperé con ansías que saliera el bus, tardaría 12 horas en llegar a Algeciras con trasbordo en Madrid, una noche cruzando España me aguardaba.

Llegué a la estación de Logroño que ha sido el inicio y el final de muchas de mis aventuras, me fumé un peta bien cargado con la pretensión de quedarme medio anestesiado y poder dormir unas horas en el autobús, no lo conseguí, ese vehículo me llevaría hasta Madrid. A mi lado se sentó Mohamed, un marroquí, soy una persona bastante extrovertida y me encanta la gente que no conozco, hablo por los codos, soy muy social pongamos. Pronto empezamos a conversar, en este caso el amigo marroquí y yo compartíamos el gusto por las sustancias del valle del Riff, así que hasta llegar a la capital de las Dos Españas pasamos un agradable trayecto, yendo y viniendo de uno en uno al baño del bus donde preparamos unas burbujas impresionantes y nos enganchamos una fumada de esas que no se olvidan. Llegamos a la estación de las Américas, teníamos que cambiar de bus los dos y la putada es que solo teníamos media hora para desplazarnos a la Estación del Sur (en Méndez Álvaro), salimos corriendo y pillamos un taxi a pachas. Llegamos a la otra estación, íbamos bastante justos, habíamos cambiado los teléfonos, nos despedimos con un gran abrazo, yo cogí mi bus hacia Algeciras y el cogió el suyo hacia Almería. Luego en estos años nos hemos vuelto a ver y nos hemos pegado algún que otro homenaje.

Salió el bus, iba casi vacío, me tumbé en las últimas filas, debí dormir algo. Desperté a las cinco de la mañana, quedaban dos horas para llegar, me lie otro canuto y me lo fume en el baño. Volví a mi asiento, encendí la luz y me puse a escribir. A las siete de la mañana el bus llegó a Algeciras, yo estaba destrozado por toda la noche de viaje. La idea era coger otro bus que me llevará a Tarifa que es donde estaba las muchachas y donde nos alojábamos, pero el primer bus salía a las 9 y media de la mañana y no tenía muchas ganas de esperar dos horas y pico en el andén, así que agarré la mochila al hombro, pregunté a un paisano donde quedaba la salida a Tarifa y me fui andando hacia ella. No tardé mucho en llegar a la carretera, allí me puse a hacer dedo, tuve suerte, me cogieron rápido. A Tarifa llegué a las ocho y poco de la mañana, fui al albergue, dejé los bultos, me pequé una ducha y me eché a dormir hasta las doce de la mañana.

Mis compañeras de aventura se encontraban en África. Habían salido de madrugada en un ferry y volvían por la tarde, así que me encontraría solo unas cuantas horas. Cuando me levanté recuerdo que lo primero en hacer fue liarme otro peta y preparar una mochila pequeña con todo lo que me haría falta para pasar el día. Salí del albergue, ya no llovía, estaba contento, a más de 1000 km de casa y en una tierra que no conocía y lo más importante una tierra donde no me conocían. Me recorrí las calles de Tarifa, haciendo muchas fotos, hablando con la gente, había muchos de mi especie, mochileros. En mi afán fotográfico me paré por cada rincón de la bella ciudad, estaba en una plaza con fuentes cuando se me acercaron dos tipos por detrás, sacaron la placa, eran guardias, yo estaba fumándome un porro, lo tiré al suelo, pero me habían visto, pfff, pensé que todo se iba a tomar por culo y era el primer día, vaya mierda de suerte, ante mi sorpresa me dice uno de ellos -recoge el porrillo hombre que no venimos por eso- , me quedé estupefacto, recogí el peta y seguí fumando. Resulta que me había parado a fotografiar la casa cuartel de la Guardia Civil y con mis pintas de borroka ellos se habían asustado un poco. Me pidieron el Dni (que no llevaba) lo había perdido unas semanas antes en el baño de algún bar y no me había dado tiempo a sacarme uno nuevo, llevaba una fotocopia, me identificaron y para cercionarse me pidieron que les dijera el nombre de algunos de mis vecinos, luego me pidieron la cámara para ver las fotos y me invitaron a borrar una foto donde salían en el balcón la mujer y los hijos de un benemérito, accedí y eliminé la imagen, luego me dejaron marchar, me desearon feliz estancia y me recomendaron que no viajara sin el DNI, yo mientras alucinando con el peta en la boca.

Se fueron los de verde oliva, me quedé en la Plaza un rato hasta acabar de fumar. Fui hacia la playa, Tarifa es preciosa y sus playas maravillosas, había mucha gente haciendo deportes de mar. En la orilla conocí a un par de mochileras con las que fui a comer. Estuve con ellas hasta eso de las cinco de la tarde cuando me llamaron mis amigas de Logroño diciendo que fuera al puerto que ellas ya llegaban. Fue curioso recibirlas, venían de otro continente, a solo 15 km de donde yo estaba, se divisaba África desde mi posición, ellas habían estado pasando el día en Tánger, venían muy contentas. Fuimos juntos hasta el hospedaje. Se ducharon y estuvimos un rato allí, me comentaron que habían conocido a unos muchachos la noche anterior que acababan de inaugurar un restaurante y que estábamos invitados a cenar esa noche allí.

Fue bastante grata la cena, se habían juntado cuatro cocineros, un checo, un italiano, un catalán y uno del Sur al que llamaban “Pera”, el menú constaba de cuatro platos, elaborado un plato por cada uno, fue una velada magnífica, nos hinchamos a comer, a beber y a fumar, nos dieron las tantas entre guitarra y cante jondo, era feliz allí. Antes de amanecer fuimos a dormir bastante enajenados. Yo dormí de lujo, al día siguiente algo resacosos nos levantamos pronto para recorrer las calles de Tarifa, no contaré el entramado de este día, ya que aunque sucedieron cosas, no aconteció nada más allá de la norma que merezca ser relatado.

Mis amigas de Logroño me dieron una mala noticia, debían marchar al día siguiente de vuelta a casa por motivos que aquí obviaré también contar. Yo solo llevaba dos días allí y lo que tenía claro es que no me daba la vuelta ni de coña. Así que decidí quedarme, tenía muchas ganas de conocer Andalucía y tenía tiempo y algo de dinero, así que me quedé. Pensé en ir a Granada y estuve consultando horarios de autobuses, a la mañana siguiente salía uno desde Algeciras a eso de las once de la mañana, cogería ese autobús. Esa noche salimos a tomar algo, ellas volverán a media tarde del día siguiente a Logroño y yo viajaría solo con mi mochila a Granada (o eso creía). Lo pasamos bien.

Me levanté pronto y decidí ir hasta a Algeciras a dedo para ahorrar el billete del autobús, pasaron varios coches, no paraban. Llevaba un rato allí cuando paso una furgoneta que me dio el alto, el que iba al volante era un tipo rubio de unos treinta y tantos años o cuarenta ya. Me subí aprisa, le estreché la mano, se llamaba Bernard, era alemán, era hippie. A los dos minutos de estar subido en su auto, sacó una caja de esas donde antes de la era digital se guardaban los carretes de las cámaras de fotos, había en ella un par de porros de marihuana, no le hizo falta preguntarme si fumaba, me dijo textualmente “Hazte uno”, con una sonrisa en el semblante saqué papel y unas miajas de tabaco, lo cargué en exceso y lo prendí. La yerba esa estaba muy rica, me puse todo ciego, le pasé él peta. El al ver mi cara de fumada mañanera sonrío. Me dijo que iba a Algeciras a coger 50 euros de esa marihuana, le pregunté si yo podía coger otros 30 euretes para mi, que estaba muy buena y de verde no llevaba nada (En Tarifa había comprado 25 gs de polen afgano y un par de huevas, a Logroño volví con una cajita con 200 euros de distinto material para fumar, pero esto viene más adelante, jejeje, vaya mesecito que nos pasamos el Galego y yo cuando regresé)

Llegamos a Algeciras, era pronto, las nueve y poco, nos dirigimos a donde había quedado con su contacto para coger esa planta que tan augusto le deja a uno. Todo fue bien, nos dieron nuestras bolsas y aún quedaba bastante para que me saliera el bus. Cerca de donde estábamos había un descampado y fuimos a fumarnos un par de cigarros de María cada uno a hincada. Cuando acabé el primero me entró un simulacro de blancón, estaba reventado, no sabía ni por donde me daba el aire. Le pedí que me llevará al hospedaje de Tarifa de nuevo que necesitaba dormir o echarme en cama a descansar, le conté que quería viajar a Granada pero que no me encontraba en condiciones y que prefería posponer el viaje para el día siguiente. Jamás olvidaré su respuesta, me dijo “Ahí detrás hay un colchón, yo también tengo algo de sueño, podemos echarnos unas horas y luego ir juntos a Granada, no tengo que hacer nada en la próxima semana y me apetece ir a ver esa ciudad que nunca estuve”. Estaba destrozado por culpa de la yerba, pero rápidamente reaccioné, le di un abrazo y le dije nos vamos a Granada socio. Compartiríamos los gastos de gasolina y demás. Pasamos a la parte de atrás, nos echamos en el colchón, corrimos las cortinas y estuvimos durmiendo hasta mediodía. Cuando despertamos decidimos emprender rápidamente el viaje y rumbo a Granada.

Llegamos a eso de las cinco de la tarde y lo primero que hicimos fue ir a pasear por el Generalife y el Campo de los Mártires. Cuando acabamos entramos en la Alhambra, llevábamos toda la tarde fumando y bebiendo cerveza, estábamos bastante colocados. A hombros yo llevaba mi mochila, podía haberla dejado en la furgoneta, pero no lo hice dado que en ella iban todas mis pertenencias que me acompañaban y estaba más seguro con ellas encima.

Antes de entrar en La Alhambra, llamé a Galego y le saludamos Bernard y yo, Galego flipaba, pero bueno estaba acostumbrado a que me acontecieran ese tipo de sucesos extraordinarios. El hippie y yo estábamos súper contentos deleitándonos con la belleza que los moros dejaron en tierras del Sur antes de ser expulsados por los dementes de los Reyes Católicos. En una tienda de recuerdos dentro de la Alhambra compré un sombrerito cordobés, que siempre me hizo ilusión tener uno. En un momento a Bernard le entraron ganas de ir al baño, yo le dije que le esperaba donde estábamos, sería la última vez que lo veía. Saqué del saco de dormir (que era donde guardaba mis preciados tesoros de fumar) una chinita que me quedaba de lo traído de Logroño y me empecé a liar un petardo, justo cuando acabé de liarlo aparecieron dos tipos, sacaron la placa, a tomar por culo, otra vez, de esta no me libraba. Me invitaron a acompañarlos fuera del recinto, les expliqué que estaba esperando a un amigo, que no tenía su móvil (Bernard no usaba de eso y tampoco se había apuntado el mío). Les dio igual, me sacaron de allí, me pidieron documentación, de nuevo cisco con el DNI fotocopiado, identificación de nuevo, me quitaron el peta y me registraron, en el bolsillo llevaba la chinilla de Logroño que me decomisaron, miraron bien la mochila, pero no se les ocurrió mirar dentro del saco de dormir, libré, libré mucho. Si me llegan a encontrar todo otro gallo hubiera cantado, me hubieran detenido con seguridad. Al final y por rollos burocráticos dijeron que esta vez quedaba exento de la pertinente denuncia por posesión de estupefacientes, los cojones, ellos lo que hicieron fue fumarse la piedra a mi salud, que mejor, me ahorré los 300 euros habituales de multa. Me dejaron fuera de la Alhambra en los jardines y me prohibieron la entrada ese día por allí, dijeron que estarían dentro y que no me quería volver a ver por allá. Me jodió mucho, les hice caso, no entré. Me quedé un rato en las puertas a ver si a Bernard le daba por salir, ¿Qué pensaría? Joder, vaya gran putada, a menudo estos años me he preguntado que como se quedaría, pensaría que le dejé tirado, me jodió mucho aquello. Esperé en la puerta por donde habíamos entrado más de dos hora, Bernard no salía. Pensé que no podía quedarme allí toda la vida, y me fui a buscar la furgoneta con la esperanza de que apareciera o que me estuviera esperando allí, pero la verdad es que no recordaba bien donde la habíamos dejado y estuve mucho rato de ruta buscándola, me desesperé. Estaría otra hora y pico por las calles adyacentes buscándola, cuando llegué al lugar donde creía con certeza habíamos aparcado, la furgoneta no estaba, Bernard tampoco. Mis planes se habían truncado, maldita madera, ahora estaba solo en Granada, empezaba a anochecer, no tenía donde dormir, estaba solo y vete a saber dónde estaría Bernard y sobre todo que pensaría…

Tocaba moverse, empezaba una de las grandes aventuras de mi vida, con mi mochila, no mucha guita y solo por Andalucía, qué más se podía pedir…

Aitor Cuervo Taboada

A Erika, a María, al Pera, a Jesús, al Cholo, a Bernard y a todos/as los que me crucé en mi viaje e hicieron de él una aventura inolvidable por los siglos de los siglos.

Hasta aquí llega la primera parte de mi aventura por tierras andaluzas, como es larga, contaré el resto del viaje en otra parte, lo que me aconteció y sobre todo la vuelta, de cómo me quedé sin dinero y de la suerte que tuve, pero hasta dentro de una semana no os la enviaré, como adelanto decir que esa noche el azar me mostró su buena cara, conocí a una muchacha, una antisistema que por allí habitaba que me dio cama y comida….

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